A ELLOS...

A ELLOS...
Cuando seamos mas grandes vamos a leer los cuentos del abuelo.

El cuento que leerán mas abajo "UN CUADERNO ESCRITO A LAPIZ" está inspirado en la problemática reflejada en la fotografía

MARICI WEU

Indio de porquería, casi me rompe la cabeza de un bolazo, menos mal que adiviné su movimiento y ladeé la cabeza justo a tiempo, que sino, no cuento el cuento y mis huesos hubieran quedado acá por siempre para carroña de los chimangos, ahora va a ver...
Wigka ladino, me esquivó, pero de esta no sale bien, me ladeó la cabeza justo a tiempo que le tiré el bolazo, y encima de contragolpe me tiró un hachazo a partir con la lata. Ahora lo miro fijo como para adivinarle las intenciones, milico rotoso y sucio, hemos quedado solos, todos los demás han muerto en el encontronazo. Es él o yo…
Lo miro fijo al infiel. Untado con grasa de potro y semidesnudo se bambolea de lado a lado para esquivar los sablazos que le tiro, mientras pisa un tiento de las bolas y hace girar los otros dos esperando que me descuide para darme el golpe. Tiene miedo. Me doy cuenta por sus gestos que, aunque denotan fiereza, le dibujan en el rostro esas muecas inconfundibles. Si me quedo quieto soy difunto. Hemos quedado solos los dos. Es él o yo. El sargento no dijo bien claro: hay que liquidarlos a todos estos piojosos, como sea, hay que correr las fronteras para el sur, cueste lo que cueste. Y nos dijo también: el gobierno repartirá estas tierras entre quienes las ganamos, y alguito de ella me va a tocar, nomás no sea que para levantar un rancho para la Julia y para mí y pasar el resto de nuestros días en esta pampa grande.
Le veo el miedo en todo el cuerpo y seguro la rabia le pinta esas muecas en la cara. El wigka amaga y amaga, tiene los ojos brillosos Se limpia el sudor de la frente y luego vuelve a empuñar el sable con las dos manos y lanza sablazos a mansalva. El toki nos habló hoy al salir el sol y nos aclaró que estos vienen por nuestra mapu, la tierra de nuestros mayores, nuestro lugar. Nos quieren arrebatar la tierra, y para eso hacen la guerra. En la pampa grande nos persiguen para acabar con nuestra gente. A la madrugada, a la tarde, a medianoche es lo mismo, siempre lo mismo: nos persiguen a los que desde muy antiguo somos dueños de esta tierra. No la vamos a entregar así nomás porque sí, es nuestra y nos pertenece; acá nació mi padre y mi abuelo , el padre y el abuelo de mi abuelo, acá nacieron mi mujer y mis hijos… Si pudiera llegar hasta la chuza que hay clavada en la panza de aquel soldado muerto, la cosa sería distinta milico quiñe ñuke mari chao.
Los caballos. Ahora caigo, se han ido todos. Cuando se armó el entrevero éramos dieciséis soldados bien montados al mando del sargento, cuando estos pampas nos emboscaron a la salida del medanal donde termina la loma. Ellos eran unos cuantos menos emboscados y atacaron de atropellada, pero a pié todos, salvo uno montado que fue el que mató el sargento de un sablazo en la primera carga que hicimos. A mi tordillo le atravesaron el pescuezo de un lanzazo y ahí nomas quedé mano a mano con este bruto. Solo y lejos de los míos. Tengo que matarlo, mi patria me lo pide. Yo, Venancio Palacios, me juro por esta santa cruz, despenar a éste infiel y a todos los que vengan detrás. Lo voy a partir en dos.
Estábamos escondidos en el montecito de pìquillines a la salida del medanal. Ellos eran unos cuantos mas que nosotros. El toqui que era el único montado dio la seña y los rodeamos en la punta de la loma y atacamos de atropellada tratando de desmontarlos. Vimos que el toqui cayó de un sablazo de estos invasores y ahí mismo le atravesé el pescuezo al caballo del que ahora quiere matarme. Los caballos que se salvaron huyeron todos. Pobre wigka, si yo lo dejara ir no duraría una luna en nuestra tierra, solo y sin cabalgadura. Perdido y lejos de los suyos. Pero tengo que matarlo, mi sangre me lo dicta. Yo, Huayquinao, por mi raza y por mi tierra lo hago, tengo que matarlo, a él y a todos los que quieran lo que él quiere . Le voy a sacar vivo el corazón.
Infiel ladino, quiere ganarme la izquierda para agarrar aquella lanza clavada en el cuerpo del sargento. Si me tranquilizo y logro entrarle lo despeno de un tajo. Ahora lo atropello para el lado de la hondonada. Es hábil y conoce el terreno, ni retrocediendo y esquivando sablazos deja de tirarme bolazos y lo peor es que se está acercando a la lanza, me tiene una ganas bárbaras, pero es él o yo, hay que acabar con estos…por eso los perseguimos a toda hora, sin tregua, sin respiro…Ahijuna bombero reventado, me sacó de un golpe certero el sable de la mano y corre a agarrar la lanza. Aprovecho que está dado vuelta y pelo el facón.
Ahí le acerté al milico, justo le di en la mano y le hice soltar el sable que cayó bastante lejos de acá como para que lo alcance. Aprovecho y me lanzo a buscar la chuza, esta es la mía. Corro y me agacho a desensartar la lanza del cadáver.
Le clavo el fierro en el medio de la espalda, retrocedo unos pasos y grito bien fuerte: viva la patria, carajo…!
Escucho un golpe seco en mi espalda, el wigka chilla algo que no entiendo, me doy vuelta y de un envión le parto el corazón en dos de un chuzazo y con el último aliento alcanzo a gritar: marici weu…!

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